Hay silencios que incomodan… pero también hay silencios que sostienen. Son estos los que más me interesan. Esos instantes en los que todo calla y, paradójicamente, algo empieza a hablar desde muy adentro.
Vivimos rodeados de ruido: notificaciones, pensamientos que no se detienen, conversaciones que llenan pero también agotan. En medio de ese bullicio, el silencio se convierte en refugio. Pero no un refugio inerte, sino un espacio vivo. Un lugar de latencia, donde aún no hay nada y todo es posible.
Para mí, crear empieza aquí: en el silencio que escucha antes de decir. En ese vacío aparente que, en realidad, es tierra fértil. Como las pausas en una melodía que dan sentido a las notas, el silencio sostiene la forma antes de que tome cuerpo.
John Cage lo expresó de forma radical en 4'33”, una obra en la que no se toca ninguna nota. De repente, la música no es lo que se interpreta, sino la escucha. Los sonidos del entorno, la expectativa, el propio momento se convierten en obra.
Este es el silencio que hoy me gustaría compartir contigo: no como ausencia, sino como actitud. Una escucha activa, una presencia plena. Porque solo cuando se apaga el ruido podemos oír ese impulso interno que nos guía—una palabra, una imagen, una dirección sutil.