The attitude of spontaneity

La actitud de la espontaneidad

Hay momentos en que algo se mueve sin previo aviso. Una mano que traza sin pensar. Una palabra que se escapa sola. Una forma que aparece sin haberla previsto. La espontaneidad llega así: sin llamar a la puerta.

Es un gesto primario, casi orgánico, que a menudo aparece cuando el pensamiento se aparta o cuando la necesidad de controlar se relaja. No es planificada, ni perfeccionada. No responde a un objetivo concreto. La espontaneidad nace del contacto directo con el instante. Es un "ahora" que se manifiesta en forma de movimiento, de decisión intuitiva, de respuesta sincera.

Crear desde esta actitud significa hacer sitio. Hacer sitio a lo que todavía no tiene forma. Hacer sitio a lo que late en una capa más profunda que la voluntad. Significa dejarse sorprender. Dejar que el trazo aparezca antes que la idea. Que la mano guíe al pensamiento, y no al revés.

La espontaneidad no es sinónimo de caos, ni de desorden. Es una forma de inteligencia sutil, que sabe cosas que aún no hemos razonado. Es el cuerpo hablando antes que la mente. Es una especie de fluidez natural que, si le hacemos espacio, puede abrirnos nuevos caminos.

Muchas veces, el miedo a no hacerlo bien mata la espontaneidad antes de que aparezca. El juicio, las expectativas, la comparación… Todo esto levanta muros. Pero si podemos dejar de lado —aunque sea por un rato— la necesidad de hacerlo bien, entonces algo respira.

Crear con espontaneidad es también un acto de confianza. Dejar que lo que tenga que salir, salga, aunque no sea perfecto. Aunque no encaje. Es confiar en que, en ese gesto sincero, hay verdad. Hay una huella que no podría haber sido creada de otra manera.

La espontaneidad nos conecta con el origen del crear. Con aquel impulso que teníamos de niños, antes de querer demostrar nada. Cuando hacíamos las cosas porque sí, porque nos salía de dentro. Y quizás por eso tiene una energía tan viva, tan genuina. Es cierto que no todo puede nacer espontáneamente. A veces es necesario repensar, revisar, afinar. Pero si la creación pierde por completo la espontaneidad, corre el riesgo de volverse mecánica, vacía o excesivamente calculada.

Mantener un espacio abierto para la espontaneidad es mantener viva la conexión con lo que somos ahora mismo. Sin filtros. Sin maquillaje. Es darnos confianza, no porque tengamos todas las respuestas, sino porque estamos vivos. Y la vida, a menudo, sabe más que nosotros.
Regresar al blog

Deja un comentario

Ten en cuenta que los comentarios deben aprobarse antes de que se publiquen.