The look

La mirada

Hay quien mira y hay quien ve. Ver es un acto inmediato. Mirar, en cambio, requiere presencia, intención y apertura. Ver es biológico, mirar es una decisión. Cuando miramos, elegimos. Y en el acto de mirar, podemos crear.

Esta diferencia, aparentemente banal, es clave para comprender cómo nos relacionamos con el mundo, con los demás y con el arte.

John Berger, en su libro “Mirar”, señala que mirar no es solo una función de los ojos, sino una experiencia de la conciencia.

Pero lo que vemos nunca es puramente visual: proyectamos en ello cultura, educación, creencias, deseos, memoria. La forma en que vemos las cosas está condicionada por lo que sabemos o creemos. Esto significa que cada mirada es una lectura. Y que es necesario aprender a desaprender para ver de nuevo, con menos filtros, con más receptividad.

La mirada es selectiva: filtra, enfoca, ignora. En el arte, mirar una obra es un diálogo activo: nos habla y le hablamos. No hay una sola manera de mirar un cuadro, un paisaje o un rostro.

El arte no nos ofrece respuestas, nos enseña a mirar mejor. A fijarnos en los detalles. A tolerar el misterio. A habitar la lentitud. Un dibujo, una escultura, una pintura: no son objetos, sino ventanas. Mirar realmente una obra de arte es dejarse tocar por aquello que no puede ser dicho con palabras.

Existe una mirada que no busca entender ni analizar, sino estar presente. Es una mirada contemplativa, afín a la meditación y a la práctica artística. Mirar para descubrir.




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